Era una de esas tarde que el sol languidecía
lentamente en el firmamento, cuando “Úrsulo” llego hambriento de su trabajo
delivery -al aire libre-, es decir vende en la esquina caramelo y café en un
semáforo.
En su desespero se sentó y vio aquel pollo
dorado chorriao al curry por su esmerada mujer “Dalila”. Ella le ameniza su
velada con la cordial conversación:
-
Úrsulo, ¿cómo te gustaría tu urna?
-
¡Miarma, Dalila!, qué se yo, déjame comer.
-
Mi vida,
¿tú preferirías una mortaja azul o beige?
-
¡Mujer, por favor!
-
Úrsulo…
-
Dime…
-
¿Todavía tenemos esa parcela en el
cementerio?
-
Sí, Dalila pero no ves que estoy comiendo.
-
Mi amor…
-
Sí… ¿qué quieres Dalila?
-
¿Qué tipo de corona te gustaría?
-
¡pero mujer! ¿qué te pasa? ¿por qué me
fastidias con esas preguntas tan tontas y de mal gusto cuando uno está comiendo?
-
Por nada Úrsulo, es que te eché cianuro de potasio en el pollo.
Moraleja:
El pollo Curryo de miedo y no quiso ver el final.
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