Los Sobrevivientes y Estuporianos de la Peste
Socialista UhAh, su existencia está impregnada de matices sicodélicos que raya
en “Miarma”. Lo cierto es que la escasez le ha variado su forma de comer; que
no hay lugar para los antojos, solo para lo que haya en ese momento. El amor no
es ajeno y también se expresa sin límite hasta sacrificarse por ese ser amado.
Elviro miró a su esposa en ese día con
desprecio machista de los machos bien machos, y sirviéndose de mala gana un
pedazo de carne y un poco de arroz, le dijo en tono pesado en la cara a la
mujer.
-
¿Otra vez esta basura? ¡Todos los días lo
mismo! ¿Es que tú no sabes cocinar otra porquería?.
…al
siguiente día, cuando levantó la tapa de la olla para servirse. Se quedó
paralizado al ver cómo una enorme bosta de vaca sancochada flotaba con su
ofensivo olor inundando toda la cocina.
Yubirisayda
tomó la cartera violentamente de la silla como era su costumbre, y desde la
puerta le gritó con fuerza antes de tirarla:
-
¡No me volverás a ver! ¡Te juro, Elviro, por
lo más sagrado “que no me volverás a ver”!
…al
siguiente día, ya más calmada, tocó la puerta de la casa pero nadie respondió.
Fue la conserje del edificio quien la enteró:
-
Sí, Yubirisayda, cuando lo llevamos al puesto
de emergencia él nos dijo que se sacó los ojos para que usted al fin pudiera
cumplir con su promesa: ¡“que no la volvería ver”!