Eso fue angustiante y esperanzador que
llegara ese momento final, sin importar los resultados de la Faena Taurina.
Ahí, estaba el Toro y el Torero; entre
envestidas y coreando el “OLÉ”.
Ignorábamos porque debíamos decir “OLÉ”,
hasta que en una envestida animal del Toro
puso a volar al Torero. Le
desprendió todas las piezas de su ropa de gala, hasta un fétido chispiao de
barro flojo marrón, se desprendió de su hendidura más pronunciada ubicada, al
final de la espalda.
Todos teníamos de ese fororo que el Torero
desprendió, y nos decíamos alejándonos de la Plaza Toro “- Olé, aquí”.
Nota: Nadie ha reclamó las
piezas del Torero, dejado en la arena taurina, por estar impregnadas de ese
algo fétido.
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