Mi Agüela, en su historia sin fin de
cumpleaños, exigió como regalo un cartón de cigarrillo, nos miramos con rabito
de ojos, silencio sepulcral y hombros levantado. La cosa es que nunca la vimos
fumar. Luego pasado un tiempo compraba cigarrillo sin fumar.
Me tocó presenciar el rompimiento del
protocolo del silencio familiar de preguntarle la razón de la compra de
cigarrillo, sino está fumando. El expendedor lo hizo y fue ¡Horrible!.
- ¡Oiga!,
deme una caja de cigarrillo.
- ¡hola!
Abuela, va llevar encendedor.
- ¡Miarma,
no!, será para que me queme mi cosita.
- Abuela,
no entiendo.
- ¡Ah!
Lo uso como tampones, por lo costoso
de las toallas sanitarias.
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