Cuenta la leyenda urbana, que hay una región
al Norte de América del Sur, que tiene un Lago rodeado de tierra. Estos
oriundos están en proceso de exportación o dispersión a otros países. El motivo
de ese producto migratorio, es para que usted también conozca una mezcla
idiomática enigmática.
Estos oriundos poseen un lenguaje muy
autóctono, folclórico arraigado en sus entrañas. Se delatan al hablar, pues
poseen la virtud de la imaginación ellos obligan al escucha y si desea seguir
en la conversación debe de acertar a su enigma.
Los aborígenes cuentan que en los tiempos de
la Colonia los lugareños padecieron oleadas de sequia, escasez y guerras. Se
vieron en la necesidad de buscar comida, entre arbustos y animales migratorios
y así pudieron sobrevivir en la crisis.
En el momento de la preparación de la
improvisada comida, el desesperado comía hasta saciarse sin saber que comió.
Hasta que surgía la pregunta incógnita de los ingredientes del que la preparó:
“- ¿Adiviná, lo que comiste?.
Por muy escueta que se ve la pregunta, se
torna traumática. Pues, el que la hace se traba en una espera de repuesta
acertada para seguir la conversación. Si no responde acertadamente, será
bombardeado con sentencia escrutadora, luego sin rencor siguen hablando:
“- ¿Adiviná?”, no, no, no,
¿Adiviná?”.
De ahí surgen la interminables:
-
¿Adiviná, a quién vi?
-
¿Adiviná de dónde vengo?
-
¿Adiviná que compré?
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