Una observante
ancestral anónima (Viejita averiguadora), posee recuerdos fehaciente de ver gaiteros (músico urbano con cuatro, instrumento
de cuerda y botella en mano), seguido por un perro. El perro lo sigue y no por redes sociales, lo hace esperando
que el Gaitero escupa en el piso,
para lamer dicha secreción impregnada de sazón, pues, el gaitero es asiduo en
comer pastelito, empanada y tequeño con refresco.
Ese revoltijo es
la oportunidad de alimentarse el perro, que es lo único que espera de ese
borracho amanecido, que susurra una musa incompleta, por la calle Furruco “Maracaibo en la noche, desde los lejos…”.
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