Resulta y pasa
que mi fanatismos por el Béisbol se despertó en ebullición, cuando el equipo
glorioso de la Águilas del Zulia con sus triunfos, me animaron. Y dispuse en ir
a ese recinto mítico que congrega a la pasión de ver sentado a los que hacen
deporte, es decir el Estadio.
En verdad, que
desconocía personalmente por dentro un Estadio.
No me intimidé, solo tenía una corazonada y no en el pecho sino, más abajo;
sobre un cuento urbano que ahí lo frecuentan ciertos seres tóxicos no
identificados.
Pero, mi emoción
fue mayor que esa advertencia. Fue ahí en las tribunas, los fanáticos están
dando su apoyo más entusiasta, a ritmo de samba, creí que habría gaita. Aunque
nunca faltan las dudas, tenía los ojos como un par de huevo chimbo de lo que
estaba viendo en el Estadio. Hasta
que en las gradas vi a una Aguilucha que estaba baila que baila con unos
shorcitos bien excitante, pues, quedé ponchado con esas curvas.
-
Mira
mi Aguilucha bella, ¿te gustaría, venir a mi nido para enseñarte un polluelo
rapaz que tengo para ti?.
-
¡Claro
que si!, pero, ¿Tu ves aquella Águila Calva, con tatuaje en los brazos? Esa es
mi madre, y te enseñará su vuelo de rapiña.
Para que fue eso, lo que era, ya estaba encima de mí. Luego entendí que
es un “Estadio”, pues esa cosa la
“Suegra”, tenía un bate y con su uniforme ridículo de jugador “está dio” con lo que tenía. Hasta el
sol de hoy no supe el resultado del juego.
Yo por lo menos me fui de extra inning de tres días, sin salir de casa
hasta que se desinflara lo que tenía que desinflamar, Tuve un encuentro con ese
cuarto bate, que todos le temen la “Suegra”.
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